Auschwitz, 70 años después del horror

Auschwitz, 70 años después del horror

Un grupo de sobrevivientes del exterminio nazi viajó esta semana a Auschwitz-Birkenau no sólo para conmemorar los 70 años de la liberación del más mortífero campo de concentración y muerte, sino también para llamar al mundo la atención hacia lo importante que es evitar la repetición de esos episodios de horror.

Pero pese a los deseos de la mayoría de los poco más de 300 sobrevivientes liberados por el ejército ruso, muchos se muestran escépticos y dudan de que el mundo haya aprendido la dolorosa lección.

“Ocurre hoy en Siria, en Irak, en Ruanda. La gente no es más lista ni ha aprendido nada”, subraya Gabor Hirsch, de 85 años, un judío húngaro que forma parte del cada vez más reducido grupo de sobrevivientes.

Cientos de periodistas cubrieron el regreso a Auschwitz-Birkenau, localizado a unos 43 kilómetros al oeste de la ciudad polaca de Cracovia, de los sobrevivientes que reflejaban en sus rostros el recuerdo de la experiencia que marcó sus vidas.

“Se puede personar, pero no olvidar”, explicaba a la prensa uno de los sobrevivientes, para quien resulta fundamental que las generaciones actuales sepan la verdadera historia de lo ocurrido ahí.

Los sobrevivientes del horror nazi no ocultaron su emoción al volver a Auschwitz-Birkenau.

El 27 de enero de 1945 integrantes del ejército ruso pusieron fin a un infierno que duró demasiado tiempo y que, tan sólo en ese sitio que se convirtió en parte de la llamada "solución final", acabó con la vida de más de 1.1 millones de personas.

Los sobrevivientes recuerdan aún con dolor los días transcurridos en barracas de madera, el frío helado que calaba hasta los huesos, la falta de alimento pero, sobre todo, una sala de azulejos blancos donde el médico Josef Mengele utilizaba a los presos para experimentos que justificaba al amparo de la ciencia.

Inaugurado en mayo de 1940, los cinco años que operó este complejo con cuatro crematorios equipados con cámaras de gas guardan millones de historias que el mundo debe saber y recordar para evitar que se repitan, como bien dicen los sobrevivientes.

"No existe pecado más grande que el olvido", solía decir Simon Wiesenthal, el arquitecto de profesión y sobreviviente de un campo de concentración que obtuvo celebridad como investigador que dedicó su vida a localizar a los criminales de guerra nazis para llevarlos ante la justicia.

Y para contribuir al recuerdo quedan imágenes desgarradoras del sufrimiento de millones de seres, de los vagones de madera en que eran trasladados, de las pilas de maletas, zapatos o anteojos, de las fotografías que cuentan una historia familiar destruida, de objetos que hablaban de la esperanza por volver a casa.

Parte de esa memoria es resguardada y compartida al mundo a través de diversos museos, como el del Holocausto, en Washington, D.C., el Centro Simon Wiesenthal, en Los Ángeles y otras ciudades como Buenos Aires, Jerusalén y París, y el de Memoria y Tolerancia, en la Ciudad de México, porque en el conocer puede estar la clave para evitar.

"La historia del hombre es la historia de los crímenes, y la historia se repite. Así que la información es una defensa. A través de esto podemos construir, debemos construir una defensa contra la repetición", solía afirmar Wiesenthal.

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