Juicio: emociones de Pistorius a prueba

JOHANNESBURGO - La primera semana del juicio a Oscar Pistorius por el asesinato de su novia, la modelo Reeva Steenkamp, puso a prueba la fortaleza emocional del atleta, quien se mostró sereno y participó en su defensa pero no pudo evitar derrumbarse en los momento más dramáticos.

Vestido toda la semana con impecable traje oscuro, Pistorius compareció ante la juez Thokozile Masipa más entero que durante las vistas en febrero del año pasado sobre su libertad bajo fianza, cuando no paró de llorar y se pasó buena parte de las sesiones cubriéndose el rostro con las manos y mirando al suelo.

Con voz débil pero tono decidido, Pistorius se declaró el lunes inocente de todos los cargos que se le imputan, el asesinato de Steenkamp y por tres incidentes relacionados con armas de fuego.

"No culpable, su Señoría", dijo en cuatro ocasiones dirigiéndose en pie a la juez.

Desde ese momento, y durante toda la semana, Pistorius -que en los Juegos de Londres de 2012 se convirtió en el primer atleta de la historia con las dos piernas amputadas en correr en unas Olimpiadas- tomó notas en un cuaderno, que a veces pasaba a sus abogados, sentados delante de él en la sala del Tribunal Superior de Pretoria.

Su actitud activa continuó también durante los recesos, en los que saludó efusivamente a varios policías y al dibujante que en las cortes sudafricanas pinta el retrato del acusado.

El procesado no solo permaneció sereno en el banco de los acusados, aguantando las miradas de los periodistas y el público.

En más de una de esas pausas, salió del rectángulo de madera reservado para los acusados y se unió a su equipo de letrados, con quienes mantuvo conversaciones largas y sosegadas, probablemente sobre el curso de la estrategia de defensa o la intervención de alguno de los testigos.

Pistorius no saludó a la madre de Reeva -presente el primer día del juicio- ni al resto de los Steenkamp, pero sí que estrechó las manos de varias mujeres de la sección femenina del partido gubernamental, el Congreso Nacional Africano (CNA), que asiste al proceso al considerarlo un caso de violencia doméstica.

Pese a la fortaleza de ánimo mostrada la mayor parte del tiempo, el atleta no pudo evitar el llanto durante algunos testimonios.

Como el de su vecina y primera testigo Michelle Burger, que relató el lunes los gritos femeninos de "terror" y "angustia" que escuchó, seguidos de cuatro tiros, la madrugada del 14 de febrero del año pasado, cuando ocurrió el crimen.

El más duro fue el del vecino de Pistorius y médico de profesión Johan Stipp, una de las primeras personas en llegar a la casa del corredor después de que éste matara a tiros a Steenkamp.

Stipp relató los daños irreparables en la cabeza que sufría la modelo cuando él la atendió, y Pistorius bajó la cabeza, se tapó con las manos los oídos y los ojos y comenzó a llorar.

La declaración del facultativo estuvo acompañada de varias fotos del cadáver de Reeva, que también hicieron llorar a los Steenkamp y a algunos de sus familiares en la sala del Tribunal Superior de Pretoria.

No a su tío Arnold, un hombre fibroso y recio en extremo, de convicciones y fe calvinistas y éxito en los negocios que ejerce de padre de Oscar y lidera el clan con gesto y actitud firmes.

Oscar, que ha vivido en la mansión de Pretoria de su tío desde que obtuviera la libertad bajo fianza nueve días después de matar a Reeva, ha reconocido en más de una ocasión su escasa relación con su padre, Henke, una especie de oveja negra de la familia que no ha aparecido hasta ahora en el tribunal.

El jueves, coincidiendo con el cuarto día de juicio, Pistorius vivió en el tribunal otro momento emotivo: Se cumplían doce años de la muerte de Sheila, la adorada madre de Oscar, cuyo divorcio de Henke -cuando el deportista tenía seis años- había distanciado para siempre al atleta de sus padres.

Cuando el lunes vuelva a hacer la reverencia a la juez Masipa, este icono mundial de superación caído en desgracia tendrá aún otros diez días de intensas pruebas emocionales, en el marco de un juicio que está previsto que dure hasta el 20 de marzo.

El momento más difícil será, sin duda, el de su declaración, esperada hacia el final del proceso.

Desde el estrado, Pistorius deberá controlar la angustia y convencer a la magistrada Masipa de su versión de los hechos -que disparó contra Reeva por accidente al confundirla con un ladrón- y no la mató de forma intencionada como mantiene la Fiscalía, que le acusa de "asesinato premeditado".

De ser declarado culpable de este cargo, Pistorius se enfrenta a una pena de cadena perpetua.

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