BUENOS AIRES — Gimena Páez es una de las mujeres que espera su turno para retirar algo de carne en un comedor comunitario situado en un barrio de Buenos Aires donde, a diferencia de otros, la pobreza no salta a la vista. Todos los días acude provista de una bolsa para garantizarle una ración de comida nutritiva a su hija.
En el pequeño local situado en la planta baja de un edificio del barrio de Nueva Pompeya, otras mujeres se afanan por atender a los vecinos que llegan a partir del mediodía para proveerse de alimentos, lo que en la Argentina actual supone una lucha diaria para aquellos con recursos limitados debido a la aceleración de los precios.
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Páez, madre de una niña de 11 años, contó a The Associated Press que ha tenido que eliminar bastantes productos de su dieta y la única carne que se ingiere en su casa es la que le suministran en ese comedor.
“Yo a veces no como para guardarle un poco de comida a la nena para la noche, o como arroz, pero lo que es carne priorizo para ella”, dijo Páez, de 43 años y separada, cuando el martes se presentó en el lugar.
Desde que en 2020 quedó sin trabajo a causa de la pandemia, la mujer recibe asistencia en el comedor dirigido por la cooperativa social “La Chispa”, del partido Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST).
Consigue alimentos secos en los comercios con la “tarjeta alimentaria” brindada por el gobierno que le cubre gastos por un valor de unos $63 y recibe donaciones en una Iglesia.
Su caso representa a una creciente clase media empobrecida que está golpeada por las penurias económicas de los últimos tres años y ahora se siente desbordada por la disparada de la inflación.
El alza de precios ha sido un problema en todo el mundo, pero Argentina ocupa el segundo lugar en la clasificación del Banco Mundial de países con mayor inflación alimentaria después del Líbano.
El viernes el Instituto Nacional de Estadística y Censo informó que el nivel general del índice de precios al consumidor registró un alza de 8.4% en abril respecto del mes anterior y acumuló una variación de 32% en lo que va de año, dos cifras de alto impacto para los golpeados bolsillos de los argentinos en pleno año electoral. En la comparación interanual, la inflación fue de 108,8%.
Analistas económicos destacaron que esta es la tasa de inflación mensual más alta desde abril de 2002, cuando la suba de los precios superó el 10%.
Como en los meses anteriores, el valor de los alimentos y las bebidas no alcohólicas estuvo en abril por encima de los precios generales, con una tasa de 10.1%. Los incrementos más altos fueron los de verduras, legumbres, productos lácteos, huevos, azúcar y carnes, entre otros alimentos.
“Tenemos un problema muy serio con la inflación... El objetivo es frenarla de algún modo”, afirmó el presidente Alberto Fernández horas antes de que se conociera el dato.
El dirigente peronista agregó en una entrevista con Radio 10 que uno de los problemas del alza del costo de vida es la “especulación” de que pueda haber una depreciación del peso. “Es eso que muchos me criticaron y que yo llamaba inflación autoconstruida.... lo que se llama la inflación psicológica, que no está en el consumidor, sino en el pequeño comerciante”, sostuvo.
Cuando Páez acudió al comedor que sirve 505 raciones de comida al día, los vecinos retiraban milanesas de carne con arroz, una naranja y algo de pan.
Cada vez más habitantes del barrio llaman a sus puertas solicitando si pueden apuntarse a la lista de los que reciben comida cada día laborable. Desde hace un año “viene mucha gente que pregunta, pero no damos abasto”, dijo Evelyn Morales, una de las coordinadoras.
Un visitante reciente es Juan Carlos Barreto, de 73 años, que comenzó a acudir este año.
“Yo quiero comer dulce de leche, alguna fruta o pan. ¿Cuánto se me va ahí? Se me va mucha plata, con $253 no alcanza y entonces no había otra salida que venir acá”, dijo el hombre al lamentarse de su magra jubilación.
Argentina se ubica segunda entre los países con mayor inflación de alimentos con un 107% anual, siguiendo al Líbano que registró 352%, según un informe sobre seguridad alimentaria del Banco Mundial.
No están disponibles los datos de Venezuela, el país con mayor alza del costo de vida de América Latina, seguido de Argentina.
La disparada de los precios incrementó la pobreza, que en la actualidad afecta a casi 40% de la población, es decir unos 18.5 millones de personas. La pobreza infantil subió a 54.2%, abarcando a seis millones de menores de 15 años.
Susana Martínez es una de las militantes del MST que colabora en el comedor y además se provee allí de comida para ella y su hija más pequeña, Valentina Jiménez, de siete años.
Martínez está cansada de negarle a Valentina yogures o “postrecitos” dulces porque no llega con el presupuesto. Muchas veces desiste de llevarla a la plaza a jugar porque hay demasiadas tentaciones que no puede permitirse, como “globos o caramelos”.
“Me deprime bastante ir al supermercado y te da una impotencia cuando tenés chicos... porque los grandes lo van asimilando, pero ¿cómo le decís a una nena ‘no te puedo comprar ese postrecito ahora, vas a tener que comer esto’?, se lamentó la mujer, de 47 años.
El incremento acumulado de la canasta básica de alimentos en el primer cuatrimestre de 2023 fue de 42.4%, según un relevamiento realizado por el Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana (ISEPCi) en 900 comercios barriales del cinturón urbano que rodea a la capital argentina. Este incremento es el más alto de los últimos cinco años.
Martínez cobra algo más de $168 por su trabajo en el comedor, en el marco de un plan de ayuda gubernamental para suministrar salidas laborales precarias. Pero solo por el alquiler del departamento de Buenos Aires donde reside junto a su hija, ha comenzado a pagar $273.
Su trabajo de masajista le aporta más ingresos, pero ahora no está activa porque se está recuperando de una operación en una mano y la idea de costearse un antiinflamatorio para paliar el dolor la llena de angustia.
La inflación es una de las principales preocupaciones de los argentinos junto a la inseguridad, según las encuestas de opinión pública difundidas de cara a las elecciones presidenciales de octubre, en las que Fernández no se presentará.
El gobierno intenta paliar el impacto de los precios con actualizaciones periódicas de salarios de los trabajadores del sector formal y la implementación de programas de trabajo precarios para trabajadores informales que les garantizan un ingreso mínimo. Además, ha anunciado incrementos en las jubilaciones y distintas prestaciones sociales y rebajas de impuestos a los salarios.
También ha implementado periódicos controles de precios en los comercios que han fracasado.
Nada parece suficiente en medio de una larga sequía que perjudicó los cultivos mermando la entrada de divisas y ante la fuerte depreciación del peso en los mercados financieros en un contexto de estrictos controles de capital.
“Hablan de nuestros niños como el futuro y yo siempre digo ‘dales un presente si querés que tengan un futuro’. Esos chicos que no comen, ¿qué futuro van a tener?”, cuestionó Martínez.