CIUDAD DEL VATICANO — Por segundo día consecutivo, las filas de personas que querían honrar al papa emérito Benedicto XVI por su servicio a la Iglesia católica se extendían este martes alrededor de la Plaza de San Pedro antes de acceder a la capilla ardiente.
Benedicto XVI falleció el sábado a los 95 años, 10 después de su sorpresiva renuncia al cargo, con una salud cada vez más delicada. Su cuerpo reposa en la Basílica de San Pedro, a donde miles de fieles y curiosos acudieron para velarlo.
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Unas 65,000 personas acudieron a presentar sus respetos el lunes, cerca del doble de lo previsto por las fuerzas de seguridad italianas. El velatorio concluirá el miércoles.
El papa Francisco presidirá el jueves el funeral que se celebrará en la Plaza de San Pedro por su predecesor, el primer pontífice que dejó el puesto en 600 años y cuyo retiro duró dos años más que su papado, que comenzó en 2005.
Además de fieles y curiosos, por la capilla ardiente pasaban también algunos nombres destacados de la política y la jerarquía católica.
El primer ministro de Hungría, Viktor Orbán, fue uno de los que acudieron al templo este martes en la mañana. Como Benedicto en su día, el político ha luchado por la recuperación de lo que los conservadores europeos consideran que son las raíces cristianas del continente.
Las puertas de la basílica se abrieron antes del amanecer de este martes. Entre los primeros en entrar estaba Miriam Groppelli, de seis años, que es monaguillo en su parroquia en Milán.
Ella y su padre, Giuseppe Groppelli, de 40 años, viajaron en tren a primera hora para presentar sus respetos, acompañados por los abuelos de la pequeña y sus hermanos mayores.
“Le conté su historia y estaba muy emocionada por venir a Roma a despedirse”, indicó el padre. “Benedicto ha sido muy importante para la Iglesia, sus discursos eran claros y hermosos, deja un gran legado de conocimiento”.
“Venimos a expresar nuestra gratitud hacia él pero también a Dios por enviárnoslo”, añadió.
Antes de ser ordenado papa, el cardenal alemán Joseph Ratzinger había servido durante décadas en el Vaticano como guardián de la ortodoxia doctrinal de la Iglesia. Era conocido por sus conocimientos teológicos, además de por sus elocuentes discursos que, al contrario que muchos de sus predecesores, escribía él mismo.
Francisco ensalzará a su predecesor en el funeral, que según el Vaticano estará marcado por la sencillez que había pedido Benedicto.
Dado que ya no era jefe de Estado de la Ciudad del Vaticano, a diferencia de los funerales de papas anteriores que murieron en el cargo, solo dos países, Italia y su Alemania natal, enviarán delegaciones oficiales.
Líderes políticos y representantes de la realeza, especialmente de los países de mayoría católica, asistirán a título personal.
Sin la necesidad de elegir un nuevo papa, los cardenales que asistan al funeral no tendrán que quedarse en Roma para votar en el cónclave secreto del que sale el nuevo responsable de la institución.
Dos poderosos religiosos estadounidenses, los cardenales Timothy Dolan, de Nueva York, y Sean Patrick O’Malley, de Boston, asistieron el martes a la misa que se celebraba en un altar de la basílica situado justo detrás de la zona donde estaba expuesto el cuerpo de Benedicto.