La búsqueda de respeto fue la razón central que llevó a LEiyA Arata a establecer Love Doll Funeral, un servicio fúnebre para muñecas sexuales que anhela normalizar las exequias de las que son vistas por muchos de sus dueños como compañeras de vida.
"Empecé el negocio porque sentía que era una verdadera necesidad", cuenta a Efe esta fotógrafa japonesa en la treintena que gestiona un estudio fotográfico en la ciudad de Higashiosaka, en el oeste de Japón, donde retrata a estas muñecas con un realismo estremecedor.
El servicio, que puso en marcha el pasado 22 de enero, nació de su deseo de que las muñecas "sean tratadas con respeto" y de su propio anhelo por su belleza quimérica y el amor del que son objeto.
LA DESPEDIDA ADECUADA
"Hay pocos negocios que las traten y eliminen adecuadamente. Tratan a las muñecas como 'cosas'. Algunos incluso las revenden sin el consentimiento del antiguo dueño -explica la japonesa-. Muchos propietarios no quieren que sean trituradas como 'basura', hay muchos que las aman como si fueran miembros humanos de su familia".
El hallazgo en la basura de muñecas sexuales motiva la aparición ocasional de mensajes jocosos en redes sociales, fotografía incluida, e incluso acusaciones policiales erróneas por "abandono de un cadáver", el cargo que las autoridades formulan para detener a sospechosos de asesinato.
"No quiero que esto ocurra, promueve prejuicios sobre las muñecas sexuales y sus propietarios", dice Arata.
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En algunos templos nipones se celebran las llamadas "ningyo kuyo", ceremonias fúnebres para purificar muñecas, peluches y juguetes antes de tirarlos, "pero cuando se trata de muñecas sexuales, sus materiales de silicona, su gran tamaño y su explicitud sexual se convierten en un problema y tienden a ser rechazadas", explica.
El fabricante de muñecas sexuales más antiguo de Japón, Orient Industry, en activo desde 1977, celebra anualmente una ceremonia para las "compañeras" que, por una razón u otra, les llevan de vuelta años después, pero se trata de una práctica empresarial, no general.
"Esperamos unos 20 servicios al año. Personalmente, siento que menos es mejor, porque no quiero que los propietarios y las muñecas sean separados", señala la representante de Love Doll Funeral.
El servicio ofrece tres planes. El más económico es una ceremonia conjunta de varias muñecas por 33,000 yenes (unos $300), con el que el cliente recibe un certificado de defunción y una foto del rito. El más costoso, tasado en 99,000 yenes (unos $900 ), permite asistir y recibir un vídeo y una parte de la muñeca como recuerdo.
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Las ceremonias tienen lugar en Higashiosaka -aunque no descartan ampliar a otras ciudades si encuentran "socios responsables"- y están oficiadas por la monja budista y actriz porno Rei Kato.
Preguntada sobre si teme que los vínculos de Kato con la industria del porno mermen la credibilidad del proyecto, Arata es tajante: "En absoluto. (…) No conozco a nadie que entienda el sexo, las muñecas y a sus dueños, y ofrezca una ceremonia apropiada mejor que ella".
Estos funerales no son exclusivos para japoneses. Las muñecas pueden enviarse desde el extranjero, prepago, como en el caso de los clientes que contratan el servicio desde el territorio nipón.
CUERPO ARTIFICIAL, SENTIMIENTO REAL
La creencia de que las muñecas tienen conciencia o alma no es algo particularmente japonés, la construcción de relaciones afectivas con muñecas sexuales tampoco. Algunos buscan sexo, otros sólo compañía.
El mercado de los juguetes sexuales, del que forman parte estas muñecas, está en aumento en todo el mundo y, según un estudio del portal de estadísticas Statista, se espera que crezca en torno a un 9 % entre 2019 y 2026 hasta 52,700 millones de dólares.
"En el mundo hay cada vez más y más gente, especialmente varones, que se sienten más atraídos por muñecas sexuales que por mujeres humanas. (…) En Japón estás personas son quizá más visibles por su enorme industria y el predominio de imágenes sexualizadas", señala a Efe la profesora Natsumi Ikoma, del Centro de Estudios de Género de la Universidad Cristiana Internacional de Tokio.
La docente señala dos factores principales que podrían estar contribuyendo a ello: la proliferación de las comunicaciones virtuales que prescinden de la interacción en persona y el creciente predominio y aceptación de imágenes manga y CGI sexualizadas.
Aunque las muñecas sexuales siguen estigmatizadas, su imagen se consume ampliamente en Japón en revistas, películas o cómics. Se las ve en anuncios de la industria y en los de otros ámbitos, e imágenes de alto contenido sexual están visibles incluso en tiendas 24 horas, un hecho que ha generado repetidas críticas entre las japonesas.
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"El cine y los mangas pornográficos son la principal fuente de educación sexual para los jóvenes en Japón. (…) Diría que aquellos que construyen relaciones personales afectivas con muñecas sexuales son los que han desarrollado su sexualidad de esa manera. Y en Japón, esto está normalizado social y culturalmente", señala Ikoma.
La educación sexual es una de las grandes asignaturas pendientes de Japón, donde la materia sigue basada en enseñar las diferencias biológicas de los cuerpos masculino y femenino, que en muchos libros de texto se representan vestidos. No se aborda el sexo ni los métodos anticonceptivos y mucho menos las diferentes sexualidades.
La práctica se "aprende" de los mangas "hentai", vídeos y pornografía en internet, principalmente generados "para que la audiencia masculina satisfaga sus fantasías sexuales más básicas", dice la docente. Las muñecas son receptáculos de esas fantasías.
"Cuando no había muñecas, la gente tenía que renunciar a esas fantasías y negociar con las personas. Ahora que las tienen, ¿por qué doblegar su deseo para salir con una persona real?", plantea Ikoma. "Siempre joven, bonita, complaciente. Nada a lo que puedas aspirar". Una visión "muy problemática" de la feminidad.
María Roldán